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domingo, 3 de mayo de 2020

ANÁLISIS - Shadow of the Tomb Raider



GÉNERO: Aventura 
DESARROLLADORA: Crystal Dynamics 
DISTRIBUIDORA: Square Enix 
VERSIONES: PC, PS4, Xbox One 
FECHA DE LANZAMIENTO: 12.08.2018 
VERSIÓN ANALIZADA: PC


IDENTIDAD EN PELIGRO


La que podríamos considerar como "nueva etapa" de Tomb Raider iniciada en 2013, llega a una tercera entrega capaz de ofrecer los mejores momentos de la saga, y al mismo tiempo los peores. Ya desde sus inicios, las aventuras de Lara siempre han consistido en una acertada combinación de saltos, exploración y resolución de puzles, y si bien en los últimos tiempos la experiencia se había suavizado para hacerla accesible a todos los públicos, también se aprovechó la ocasión para añadir nuevas mecánicas que, en un intento por diferenciarse de títulos como Uncharted, han adquirido una importancia que, en mi opinión, no deberían tener.


Al igual que en anteriores juegos de la trilogía, Shadow of the Tomb Raider tiene un comienzo espectacular. Lara se encuentra en la isla Cozumel persiguiendo al cabecilla de la Trinidad, cuando en una de sus típicas incursiones con un tesoro de por medio, desata un Mal que azotará el mundo con numerosas catástrofes. A partir de este acontecimiento, Lara y su amigo Jona se embarcan en una peligrosa misión para dar marcha atrás a toda esa destrucción que aún está por llegar. Esto se cuenta en unas primeras horas de juego trepidantes, que recuerdan todo lo bueno que vienen ofreciendo las últimas entregas. Pero al poco de pasar este prólogo se empiezan a vislumbrar los primeros reveses jugables. La nueva entrega sigue contando con esas mecánicas de las que hablaba anteriormente. Buenas secciones de plataformas -probablemente las mejores desde el reboot-, numerosas tumbas y criptas con puzles bien diseñados -también los mejores-, un componente de exploración que resulta muy gratificante, y nuevos movimientos y acciones para el sistema de combate. Desgraciadamente también han metido con calzador ideas extraídas de los mundos abiertos, como ya vimos en su predecesor Rise of the Tomb Raider, pero en esta última entrega la cosa se ha ido de madre.


Llega un punto de la aventura en que los entornos reducidos, dan paso a localizaciones enormes plagadas de personajes, casi como si fuese un juego de rol. Que si alijos, tesoros, monolitos, desafíos y notas en cantidades "industriales"; todo con el único objetivo de alargar la duración lo máximo posible a costa de diluir la experiencia principal. De hecho todo lo relacionado con el mundo abierto se siente como un quiero y no puedo, una especie de atrezo, en el cual se han esparcido cosas por aquí y por allá para que vayas encontrándolas. Y lógicamente con el transcurso de las horas ese atractivo comienzo da paso al cansancio, al aburrimiento por tener que estar pendiente de temas que nada tienen que ver con el fuerte de Lara. La búsqueda de suministros para mejorar el equipamiento y las habilidades de Lara siguen ahí, pero aparte hay tantas cosas secundarias que hacer y encontrar, que uno tiene la sensación de estar ante un Assassin's Creed. Abres el mapa y ves decenas de iconos marcando lugares de interés... Sorpresa es la palabra que me viene a la cabeza. El juego intenta motivarte dándote puntos de experiencia cada dos por tres que puedes canjear por mejoras de todo tipo, pero llega un momento de la aventura en que todo esto pasa a un segundo plano. Como consecuencia la historia es una de las grandes perjudicadas, ya que a pesar de tener momentos interesantes, su hilo conductor se diluye como un azucarillo ante tanto relleno. Además, también hay hueco para misiones secundarias cuyas historias, sinceramente, importan un pimiento en la trama. Eso por no mencionar que algunas conversaciones con los nativos dan vergüenza ajena. Y su aspecto gráfico también, por qué no decirlo.

Hasta aquí el juego suena a desastre, pero afortunadamente no todo está perdido. Algunas de las misiones secundarias dan acceso a zonas en principio inaccesibles y que merece la pena visitar, mientras que esos enormes escenarios también albergan criptas y tumbas en un número mayor que en sus predecesores. Estas, junto a las misiones de la historia principal, proporcionan sin duda los mejores momentos del juego, y de la reciente saga. La exploración y los puzles, ahora con un puntito más de dificultad que en anteriores entregas, toman las riendas de la aventura, haciéndote olvidar todo el relleno que he comentado anteriormente. La magnitud de los escenarios se comprime y la cantidad de objetos secundarios se reduce, pero todo lo demás mejora exponencialmente. La experiencia se centra en lo que debería ser un Tomb Raider: una misteriosa cueva o un sendero plagado de trampas, una secuencia de plataformas que desemboca en una enorme construcción, unos mecanismos que debes sortear resolviendo un puzle; y todo ello apoyado sobre unos valores de producción, tanto gráficos como sonoros, de primerísimo nivel. Solo por estos momentos, este Tomb Raider pasa de ser un juego mediocre a uno realmente muy, muy bueno.


En cierto sentido disfrutar de Shadow of the Tomb Raider depende mucho del tipo de jugador que seas. Si eres de los completistas, de esos que les gusta explorar hasta el último rincón del escenario y completar el cien por cien, estás de enhorabuena, ya que tienes diversión para decenas y decenas de horas; pero si lo que buscas es una aventura digamos de corte más clásico y que vaya al grano, vas a tener que ser selectivo con buena parte de ese contenido extra, y centrarte únicamente en aquello que te interesa. Solo así podrás disfrutar del mejor, y también más controvertido, Tomb Raider de los últimos años.

LO MEJOR
Los mejores puzles y plataformas de la trilogía.
Unos valores de producción muy altos.

LO PEOR
Un montón de contenido secundario que aporta poco.

8/10


Creeping

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